Sorprende lo cerca que está Cortes de Pallás de la ciudad de Valencia y el cambio que el visitante contempla al llegar a esta población, metida entre abruptas montañas y a la orilla misma de un gran embalse del río Júcar.

La mejor forma de llegar es por Buñol y Macastre, lo primero que nos va a sorprender es que, pese a su altitud de 400 metros sobre el nivel del mar, las rocas cortadas que se elevan sobre sus tejados alcanzan los 800 y, sin embargo, por sus pies también discurre un profundo y espectacular valle fluvial.

El callejero en sí del pueblo conserva todo el sabor morisco de sus pobladores musulmanes, aunque ya fueron reducidos y embarcados en 1609; hace cuatro siglos. Por lo que es una gozada pasear, sosegadamente, por sus callejuelas y rinconadas en cuesta.

En su parte central, donde se encuentran los principales edificios, destacan el moderno ayuntamiento, la fachada con escudo de lo que fue el palacio de la baronía territorial y la iglesia de la parroquia, a la que se puede calificar de “catedral del cañón del Júcar”; ya que ninguna la aventaja, en tamaño y belleza interior, desde Jalance hasta Millares.

Los visitantes más tranquilos pueden dedicarse a conocer el ambiente local y sus gentes y a degustar la comida casera (gazpachos, en particular) que, en Cortes, reúne los requisitos de sabrosa y económica. En cualquiera de sus tres bares restaurantes: Casa Fortunato, Casa Chema y Casa Emiliano. Además de contar con un horno, “El Balsón” que ofrece las pastas típicas de pueblo y una tienda, “Menci”, en donde proveerse de cuanto pueda hacernos falta.

Además de varias saludables fuentes en las inmediaciones, a las que se puede llegar con un paseo: como la de Los Chorros y la del Chapole.

Para los que son un poco andadores, es grato el paseo por el camino de huertas de Ruaya, o la visita a la cascada -con fuente y mesas de picnic- de El Corbinet y, si gustan de maravillosas vistas, la subida tranquila por el Sendero Cavanilles (empedrado y en pronunciado zigzag) hasta la misma ceja de la pared recortada de La Muela; desde donde hay unas vistas y fotos memorables.

Claro que también se practican aquí bajadas rápidas por la pista de BTT (bicicletas todo terreno), se hace turismo cultural por cualquier de sus cuatro castillos (Chirel, Ruaya, Pileta y Otonel) se ejercita el barranquismo (especialmente en el de Otonel, con su cascada) y la misma atrevida escalada en las múltiples paredes talladas. Por no nombrar el amplio número de senderos excursionistas y, en especial, el tramo del Sendero Europeo de Largo Recorrido GR-7; que atraviesa el término de Norte a Sur.

La zona es Reserva de Caza Mayor, por lo que no es difícil al andar por el monte, toparse con cabras montesas, muflones, ciervos y otras especies y, además, con aves de grato avistamiento.

Cortes, uno de los términos más amplios de la provincia de Valencia (con 234 kilómetros cuadrados) tiene siete aldeas; dispersas de Levante a Poniente. Otonel, El Oro, Venta Gaeta, Los Herreros, Viñuelas, Castilblanques y La Cabezuela. Que ofrecen desde el puro sabor morisco de la primera, en pleno corazón de la Muela, al carácter vinícola de la última, ya lindante con el altiplano de Requena.

Estas aldeas tienen magníficos manantiales (con sus retablos cerámicos de santos), un impresionante paisaje al pie de la milmetrista Sierra Martés y varios lugares para deleitarse con la gastronomía de calidad local: como El Asador “El Mirador” en El Oro, la Casa de Fina (en Venta Gaeta, con carnicería artesanal) y la Casa de Enrique en La Cabezuela.

En definitiva, un espléndido paisaje, un espectacular embalse, estupendas fuentes naturales de montaña, gran riqueza de flora y fauna y un buen y sano comer; junto a los vecinos, que nos regalan su amistosa calidad humana.

MIGUEL APARICI NAVARRO

Cronista Oficial